Salió
de su oscuro agujero y se encontró en medio de un corredor bordeado por dos
altas paredes. Por un lado la salida estaba bloqueada por una puerta de madera.
Por el otro la pared se doblaba en un ángulo recto para unirse a la que tenía
enfrente como si de hermanas siamesas se tratase, así que, estaba claro que
tendría que trepar por esos muros si quería ver lo que había más allá.
Sin
pensarlo mucho y casi por instinto se dirigió a la pared que le quedaba
enfrente y comenzó su ascensión, pero aquella superficie fría y lisa le hacía
resbalar una y otra vez sin apenas llegar a subir dos palmos.
Viendo
que por ese lado todos sus intentos resultaban infructuosos se dirigió al muro
que había dejado detrás. No le hizo falta nada más que el primer intento para sentir
que esta vez lo conseguiría pues a diferencia de la superficie lisa y fría,
esta presentaba unas finas rugosidades que con pasos lentos y cuidadosos le
hicieron culminar su ascensión.
Ahora,
sólo tendría que andar por el fino borde hasta conseguir llegar a la puerta de
madera tras la cual tendría un nuevo y desconocido mundo ante ella.
Y
en esa empresa estaba cuando se topó, como un desafío a su voluntad, con el
último obstáculo que le separaba de la puerta y que por estar en la cima no
había alcanzado a divisar desde el suelo.
A
medio metro de su ansiada meta, el fino borde; por el que tan fácil le había
sido caminar, se cortaba de una manera abrupta dejando paso a un escarpado terreno
formado por una especie de tubos que se entrelazaban unos con otros. Algunos
sólo eran medio tubo por el interior de los cuales, amenazadóramente y con un
ruido ensordecedor para sus oídos, discurría un liquido desconocido para ella.
Pero ni eso la hizo desistir de su empeño; estaba tan cerca de conseguirlo…
Poco
a poco fue avanzando por los tubos, despacio, calculando bien el paso. Ya casi
había cruzado y su confianza aumentaba con cada tubo que salvaba. De repente,
cayó al agua.
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