Cuando
escuchó aquel te quiero no sabía que esa declaración, poco a poco, le iba a
cambiar tanto la vida.
Con las
amigas dejó de tener confidencias; porque nadie la comprendía mejor que él.
A los amigos
era mejor mantenerlos alejados; porque sus intenciones no eran honestas…era tan
guapa.
Los
aperitivos con los compañeros a la salida del trabajo dejaron de existir, como
un clavo a las seis en punto estaba en la puerta para recogerla; porque si le
llegaba a pasar algo él se moriría.
Durante
algún tiempo estuvo convencida de que eso era amor pero entonces ¿por qué se
sentía muerta en vida?
No sabe en
qué momento se dio cuenta pero al hacerlo reunió el último resquicio de
autoestima que aún le quedaba y salió por la puerta dejando una nota sobre la
mesa.
“Te dejo
porque, yo, sí me quiero”
Cuando leyó
aquella nota no lo entendió y solo el paso del tiempo de hizo comprender que no
fue ella sino él quién se condenó a la soledad que tenía por compañía.
Ahora, lo
único que hace es sentarse ante la ventana, observar la noche oscura e intentar perdonarse por haberla
perdido en una noche como esa.
Quizás ahora
si la quiera de verdad.
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