sábado, 5 de diciembre de 2015

La vida sobre ruedas


En la silenciosa penumbra de la habitación estalló el estruendoso pitido del despertador. Eran las seis de la mañana.

Nacho, Jorge y Andrés, apuraban las últimas copas y ponían fin a toda una noche de juerga mientras María, adormecida, apagaba el aparato y se desperezaba. Recostada en la cama, ponía el día en orden mentalmente cuando el despertador sonó por segunda vez. Lo paró y, con un suspiro de ánimo, se encaminó a la ducha.

Tras despedirse de los porteros y los camareros, los tres amigos salieron; entre bromas y risas, a la calle, donde una fina pero insistente lluvia les acompañó en busca del automóvil.

Se había demorado mucho en la ducha, pero a pesar de la pequeña prisa y con el último bocado del desayuno aún en la boca, María, se da la última mirada en el espejo retrovisor de su coche antes de emprender el camino al trabajo. era un día en el que es trayecto -que ya de por sí era largo- se haría todavía más tedioso por la lluvia, así que estiró una mano, presionó el dial y sintonizó su canal preferido.
Quizá fuese una sensación provocada por el hastío del día, pero esa mañana, la música que envolvía el interior del vehículo resultaba un poco aburrida. No había recorrido ni tres kilómetros de carretera cuando cambio de emisora. Mientras, pensaba que en el fondo le gustaba oír los magazines de radio matinales. Una leve sonrisa de complicidad consigo misma se dibujó en su cara.

Los tres chicos continuaban la fiesta en el coche, aunque ya, un poco más apagados, sintiendo los efectos del alcohol. Reían mientras recordaban las anécdotas de la noche. Jorge, estaba contando como Nacho, con un tropiezo tonto, había desperdiciado las últimas rayas de coca. Andrés, a quién el suceso no le había hecho especial gracia, llevaba un rato soltando comentarios con un tono que iba del humor a la ironía.
- Claro,  como a él no le cuesta le da igual- dijo Andrés mientras miraba de reojo a Nacho.
Este, se estaba empezando a cansar de las ironías que Andrés lanzaba una y otra vez, por eso, le contestó fríamente:
- ¿Qué pasa tío? Déjate de frasecitas irónicas y si quieres decirme algo, dímelo directamente.
- Yo no he dicho nada- replico Andrés levantando los brazos en un gesto de "a mí que me registren"
- No, claro,- se indignó Nacho, -no has dicho nada...pero llevas media hora tocándome los cojones con ironías. Ya se que te debo dinero.
- Oye, no te pongas así, que el que sale perdiendo soy yo ¿eh? ¡Que la pasta te la dejé yo!

Los kilómetros para llegar a casa se iban acortando. Mientras, los dos chicos continuaban con la discusión que cada vez era más subida de tono. De fondo se oía la voz de Jorge intentando calmar el ambiente.
Nacho tenía ganas de llegar y deshacerse de Andrés. Por eso, pisó el acelerador y aumentó la velocidad hasta el punto que Jorge; que iba sentado en el asiento trasero, empezaba a asustarse.
- Nacho, tío, ¿no vas un poco rápido?
- Déjale, para una vez que no conduce como una nena- soltó Andrés.
Nacho, no contestó, pero las palabras de Andrés le hirieron tan profundamente que sintió unas ganas tremendas de vengarse de éste.
Conocía la carretera, sabía que aunque hubiese una línea continua, el espacio y la visibilidad eran suficientes para adelantar al camión antes de llegar a la curva. Volvió a acelerar.
- Nacho, ¿qué pretendes?, ¡el camión tío! ¡frena!- gritó Andrés, que se había agarrado firmemente a la puerta y al asiento.

María conducía absorta en sus pensamientos mientras la radio soltaba la verborrea de los presentadores matinales. Salió de la curva. Dos enormes faros, anularon sus pensamientos y callaron la verborrea. Todo fue un segundo.


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